Tanto al este como al noroeste, Aragón limita con
dos CC.AA. que, de forma muy distinta, consiguen hacerse oír y respetar en el
panorama nacional. En el momento actual y, ante todo y sobre todo, por parte de
nuestros vecino catalanes, los problemas se van acumulando y han pasado de ser
simples conflictos entre vecinos, a enfrentamientos que, propiciados por
ciertos políticos, han conseguido que calen en la ciudadanía. El sempiterno y
ya vergonzante litigio de los bienes de Sijena, los supuestos y tergiversados
límites geográficos por parte catalana, la supuesta Corona Catalanoaragonesa,
con sus correspondientes Reyes, como no podía ser menos, son algunas de las
guindas que adornan este pastel. Para colmo de males, y por muy poca diferencia
de votos, los diputados de las Cortes de Aragón han votado a favor de que se
derogue la actual Ley de Lenguas y que el catalán pase a ser idioma propio en
esta nuestra tierra. Por muy escaso margen de votos, pero así ha ocurrido.
Por parte de los representantes de algunos
partidos políticos emergentes, con diputados en nuestras Cortes, cuando
reclaman derechos a nivel nacional para las Comunidades Históricas, parecen
ignorar que Aragón también lo es, según reza en nuestro Estatuto, y que junto
con Castilla fue la madre de lo que ahora es España. De esta nación de la que
algún que otro político reniega. Y no causa sino más que pena ajena el que por
añadidura lo lleven con orgullo. Se sienten muy aragoneses, eso por supuesto,
pero ni más ni menos que otros muchos, casi todos, que nos sentimos muy
aragoneses y muy españoles. Denotan muy poca amplitud de miras.
1.200.000 aragoneses de 1ª y 2ª generación
residen fuera de de esta nuestra tierra. Tenemos y debemos conseguir que ellos
y nosotros, los que vivimos aquí, nos sintamos orgullosos de ser de Aragón.
Nuestros políticos deben y tienen la obligación de que se nos respete, tal y
como merece nuestra historia, y no tener nuestro futuro a merced de los vaivenes
advenedizos de unos u otros.
Tal y como reza el titular, nuestra tierra,
independientemente de quién la gobierne, se merece todo lo bueno y más, de lo
que sean capaces.
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