En la actualidad, la
CA autónoma limítrofe por el este con Aragón, tiene tres banderas; a saber:
la de estrella roja, la de estrella blanca
con fondo azul y la señera de siempre. Vamos a detenernos en esta última, a expensas
de que se aclaren con las otras dos, eso sí, dignas de la mejor fábrica de
banderas en cuanto a diseño.
Hace un tiempo, en un
reportaje de viajes filmado y exhibido por una cadena de tv nacional privada,
se hacía mención a un escudo de armas con fondo barrado, en una fachada señorial de Sicilia, y se describía como “de
las barras catalanas”, cuando en todo el
Mediterráneo era conocido y respetado el estandarte de la Corona de Aragón,
barrado, de cuatro franjas rojas, sobre fondo amarillo, y nunca el de una
corona que jamás existió.
Dicen por parte
catalana, que San Jorge, se apareció en batalla a Wifredo el Velloso, herido en
combate, y que humedeciendo sus dedos en su sangre, ungió su escudo con ella. Más
creíble es, que los almogávares, mesnadas del norte de África, al servicio de
la Corona de Aragón, para distinguirse del resto de las tropas, pintaban sus
escudos con cuatro barras rojas, y al grito de ¡Aragó, Aragó, Aragó !, se
lanzaban al combate.
De lo que no cabe la
menor duda, es que a la hora de exhibir sus mencionadas tres banderas, nos
llevan ventaja. Y mucha. Nada más entrar en territorio vecino, aquí y allá, es
un completo muestrario de tipos de enseñas.
¿Y nosotros?. ¿Qué fue de las manifestaciones,
concentraciones, e incluso viajes en autobús, en las que nos sentíamos orgullosos de nuestra bandera?.
Recordemos aquellas grandes manchas rayadas en rojo con fondo amarillo, en el
Paseo Independencia, Plaza de España, Plaza del Pilar, etc. Tenemos, debemos
recobrar el orgullo de exhibir, un estandarte que fue conocido y respetado en
todo el sur de Europa. Que los aficionados vayan a los actos deportivos,
arropados con la mejor prenda existente; que sin esperar a las fiestas mayores,
en todos los pueblos y ciudades de Aragón, pendan de sus balcones nuestra enseña.
Se merece así mismo
reseña, el caso de Navarra. Se sienten orgullosos de ser navarros, incluso sus
políticos. Justo en el límite autonómico
de sus carreteras con la nuestras, han colocado unos paneles de generosas
medidas, con el escudo de Navarra, el de las cadenas por supuesto, y el texto
REINO DE NAVARRA, todo ello en fondo rojo.
Es evidente pues, que por ambos lados, nos dan lecciones de
cómo hay que sentir, valorar y demostrar, el amor a la tierra que poblamos, en
el bien entendido de que por parte navarra nos demuestran respeto, y por parte
catalana todo lo contario. Y es triste y enervante, que nuestros políticos, los
que en teoría deberían cimentar, alimentar, transmitir y cuidar ese sentimiento,
esa identidad aragonesa, parecen temerosos de hacer frente a cualquiera, venga
de donde venga, que ose manejar a su antojo nuestra identidad, lengua o
cultura. Aunque tal vez para ellos, y visto lo que hay hasta la fecha, todo sea
cuestión de simple teoría, muy lejos de cualquier práctica.
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